Publicar es liberar palabras
Era casi mediodía del 10 de mayo de 2022 cuando advertí en mi celular varias llamadas perdidas y un par de mensajes sin leer. Entre asuntos escolares, laborales y domésticos, la mañana se había ido por la ventana. Las llamadas procedían de Reynosa, donde no tengo familia. En uno de los mensajes, una amiga me avisaba de que Mercedes Varela me buscaba con insistencia. El otro mensaje era de la propia Mercedes: “¿Sería posible que me enviaras un cuento tuyo? No recuerdo el nombre, pero la historia trata de un niño que resguarda con su vida el refrigerador que ganó su mamá. Hoy te leerá mi hijo en una maquiladora. Se lo pidieron. Cada año lo lee. A él le parece muy triste, pero las mamás lo quieren escuchar. Tal vez les gusta llorar”. Además de narradora, Mercedes Varela es una incansable promotora de lectura en su ciudad —de hecho, la primera sala del PNSL que se estableció en Tamaulipas fue la suya—, esta pasión la comparte su hijo César. El texto en cuestión era “El refrigerador