Dejad que las moscas vengan a mí
A Noé Rodríguez
Maldonado
Lo decía —o, mejor dicho, lo
repetía— Monterroso hace exactamente cuarenta años: “Hay tres temas: el amor, la
muerte y las moscas”. Trataré, pues, de abarcarlos.
Ubíquese usted en 1991; ubíquese
en la Sierra Madre Oriental, en un lugar conocido como rancho El Cielo. Trate
de ubicar ahí a un muchacho que ha recorrido a pie el camino de Gómez Farías al campo
experimental. Imagine una guitarra en sus manos y en el aire, una canción.
Ubíquese ahora en la época
actual; misma sierra, mismo hombre. No guitarra, no aire, no canción. Imagine
una hondonada y un cuerpo muy muy quieto. Sea que se las imagine o no, ellas están ahí.
Ubíquese: estamos cayendo como
moscas.
“Donde uno pone el ojo encuentra
la mosca”, seguía diciendo el autor de Movimiento
perpetuo, un libro que, afirmaba, no era novela ni ensayo ni cuento, aunque
mucho se les pareciera.
Vine aquí para hablar de
otro libro, Magnitud/e,
obra de un par al que yo amo: Sara Uribe y Marco Antonio Huerta.
Quizás usted, como yo, haya
escuchado en los tiempos recientes a los grandes, medianos, pequeños y
micropoetas discutir sobre este tema, decidir qué cosa es poesía y qué no. Pero ¿no había resuelto Bécquer este problema desde el siglo XIX?
En fin, ya juzgará usted, cuando
lo lea, si Magnitud/e
es un texto poético, referencial o expresivo. A mí sus autores me han dicho que
se trata de un libro de poesía y no soy quién para negarlo.
Soy, si quieren, una mosca.
En este volumen encontrará usted seis textos en prosa, cinco de los cuales van seguidos de textos estructurados
a manera de poema. Diré entonces prosa y poesía en versión bilingüe. Si en el
lado A leemos “mosca”, en el B diremos “fly”.
He aquí la apropiación. Los
primeros, prosaicos, son informativos (o recordatorios) acerca de políticos
mexicanos muertos en circunstancias aún no esclarecidas: Maquío, Posadas,
Colosio, Mouriño, Rodolfo y Blake. Tres accidentes más tres asesinatos. Ahora
que lo pienso bien, para Navidad quisiera un volumen II con celebridades de la
farándula que incluya a Pedro Infante, el Pirulí, Paco Stanley, Saida, el Gallo
de Oro y, por supuesto, la Jenni.
Ahora hablemos de la
intervención. Los datos llegan al tema como moscas a la miel. Una ficha, un
reportaje, un artículo de divulgación científica, todo sirve para construir el
poema. Que de algo sirva volar en la era de internet.
No seamos remilgosos. En mi área, la docencia, uno ve recrearse día a día la cultura de copiar-pegar (en
la página de junto, copy-paste). Maestros y alumnos sobrevolando el pastel:
foros, ensayos, tablas, cuadros, participaciones. En Magnitud/e, Marco y Sara se valen de este recurso para
construir algo nuevo, una propuesta. Lo que han dicho aquellos para referirse a
una cosa, ellos lo usan para decir otra. O quizá para que usted y yo
construyamos nuestro propio discurso.
Mosca-huevo-larva-pupa-mosca-huevo-larva…
Entérese: la mejor forma de
aplastar una mosca es acercarse a ella sigilosamente y soltar el golpe. O, si
lo prefiere, mire usted el célebre video en el que un candidato presidencial
gira al compás de La culebra.
Todos somos moscas.
No olvide: en boca cerrada no
entran moscas. Recuerde, en todo caso, un automóvil prensado, y sí, dentro de
ese automóvil, a un excandidato que se negaba a callar.
¿Las mira muy pequeñas? No se
engañe: ellas comerán su cadáver.
Voy a cerrar este alegato volviendo
a donde empecé. Ya que uno debe ser mosca de caca muy grande para que su
muerte llame la atención, muchos maestros, doctores y comerciantes aparecen en baldíos, hinchados o carcomidos, sin que a nadie le interese.
Una mosca pegada a la pared: nada
más, nada menos.
Sean entonces estos textos, estos
recordatorios, un rezumbar. Hoy que estamos cayendo como moscas, no hay que
olvidar que, con toda nuestra fragilidad, aún nos quedan las alas, y que hemos
vivido mucho en la mierda como para claudicar.
Ciudad Victoria, invierno de 2012