Revoluciones
Mis papás tenían un tocadiscos portátil. Ensambladas las dos bocinas a la tornamesa, parecía una de esas máquinas de escribir que se pusieron de moda en los ochentas. Pero el aparato era una década más viejo, tanto que sus colores y textura nada tenían que ver con aquellas máquinas de escribir y sí, en cambio, con las computadoras portátiles del Siglo XXI. Esos ires y venires de las modas.
A mi madre le gustaba demasiado la música de la época. Se pasaba mañanas y tardes escuchando a King Clave, a Aldo Monges, a Estelita Núñez y a Camilo Sesto. Mientras barría o cocinaba o lavaba la ropa o cosía un vestido o arreglaba el jardín, doña Aurelia cantaba, a todo volumen, los éxitos de Rocío Dúrcal, Juan Gabriel, Sergio y Estíbaliz, Napoleón, Danny Daniel, Palito Ortega o Tirzo Paiz (así escribía su nombre el hoy suegro del temerario menor). Tenía una voz fuerte y entonada, tanto que el promotor de un grupo versátil llegó a ofrecerle un contrato que ella rechazó.
Los discos, de 45 ó 33 rpm, se apretujaban en unas armazones muy parecidas a las que sirven para airear los platos. De ahí iban saliendo, todos los días, discos negrísimos excepto aquéllos donde cantaba Heidi, la niña de los Alpes, que eran de color verde, rosa o anaranjado, para desfilar por la pequeña aguja que hacía zuz-zuz-zuz-zuz-zuz entre canción y canción.
Había también discos que mi madre no ponía a tocar. Discos que en los tempranos ochentas ya habían pasado de moda, o bien nunca les gustaron o alguien se los regaló, mis padres los conservaban como repertorio para los demás, pues no cualquiera tenía un tocadiscos portátil, tan útil para las pachangas.
Entre los discos de Religión, Acapulco Tropical o La pelea de Kung Fu, estaba uno de Los Panchos. Tenía solo un lado bueno. El malo debía ser el más importante, pues según el propio disco, Tema de Lara era de la película Doctor Zhivago. Yo contaba entonces menos de diez años; ni el trío, ni la melodía ni la película ni mucho menos la novela constituían algún referente para mí, de modo que nada me importaba que ese lado no se pudiera oír. En el otro, en cambio, descubrí una canción que me ha gustado desde entonces y que hoy pongo aquí.
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