De aquel diario (I). Era el año 2000.



15 de julio.
Langa de Duero (Soria)
El día ha sido agotador, aunque ilustrativo. Por la mañana, una caminata a lo largo del Cañón de Río Lobos y por la tarde la visita a los lagares de Langa. La jornada terminó ahí, con una parrillada. Los muchachos ("chavales", dicen acá, al final acordamos llamarlos "chicos") se han puesto eufóricos tras probar el vino de Langa y han organizado un verdadero fandango, antes, los adultos tuvieron un encuentro futbolístico binacional en el que México emergió victorioso. Ambas fiestas tuvieron consecuencias: una chica se lastimó el tobillo durante el baile mientras que uno de los asesores resultó con raspones en los codos.
Ahora vamos camino a Valladolid, en un autobús municipal. El ambiente impresiona porque los chicos españoles van cantando y gritando como no lo habían hecho en toda la expedición. Van tan eufóricos que, inclusive, entonan a coro el Cielito Lindo y Allá en el rancho grande para animar a los jóvenes tamaulipecos a que participen de su algarabía. Poco después estamos cantando todos. Nosotros, desde luego, interpretamos rancheras y norteñas como La media vuelta y El rey. Hemos tenido suerte porque hasta el conductor del autobús, un anciano de setenta y tantos, insiste en cantar La cama de piedra.
De pronto encontramos a la guardia civil vigilando la autovía. Están deteniendo e interrogando a todos los automovilistas. El anciano chofer platica con ellos y hasta nosotros van extendiéndose los murmullos: ha habido un atentado terrorista en Soria.
Entonces me pongo a pensar en el riesgo que corremos, son tres autobuses repletos de estudiantes españoles y mexicanos, un gran atractivo para los grupos terroristas. También pienso en los padres de todos esos chicos, preocupados allá donde las noticias se saben a medias. Ahora que pienso en todo esto, ahora que cualquier cosa podría suceder, no sabes cuánto me arrepiento de no haberlo dicho todo.

Comentarios

Entradas populares