Últimas palabras



PRESENTÍA que esa nueva película me iba a enfurecer, pero no sabía de qué manera.

En términos generales el filme cojeó de la misma pierna que el anterior (el de Ang Lee): ese problema eterno de los Levi's que le quedan lo mismo a Bruce Banner, un lagartijo de cincuenta kilos, que al monstruo que le dobla la estatura y pesará más de una tonelada. Un problema básico, pero perdonable porque la historieta obliga. Lo que yo no me esperaba era ver un monstruo de facciones finas y ceja delineada. Claro, si en este capítulo el Increíble Hulk se convierte en héroe con todas las de la ley no podía enfrentarse a las cámaras desaliñado. Lo único que faltó -acaso sea cuestión de tiempo- fueron unos rizos permanentes o quizá unas luces en la sedosa cabellera.

Pero esta historia es, además, cursi. Y pedorra. Cursi porque, como en aquel otro resbalón de Marvel, Spiderman 3, donde Stan Lee ("creador" tanto del asombroso como del increíble) se topa con Peter Parker en Times Square y le dice una frase medio mamona, así Lou Ferrigno (qué tiempos aquéllos), en su papel de Guardia 1 (que ya había interpretado en lo de Lee), le dice a Edward Norton algo así como "vamos, muchacho, que es tu turno". Cursi también porque, llegado el momento, el doctor Banner, (a) "Mr. Green", a bordo de un helicóptero de la USAF, esposado, camino de la fría mazmorra, pronuncia ante el general Ross una memorable frase: "Tengo que ser yo, déjeme volver". Con eso quiso decir que Hulk era el único capaz de detener al súper soldado devenido en Godzilla (Abominación) que a esa hora reducía a escombros la ciudad de Nueva York.

Dicho y hecho, luego de efectuar la misma maniobra que en cierta película ochentera le costara la vida al Hombre Increíble, Banner sale del pavimento (la mano primero, a huevo) convertido en Hulk, dispuesto a partirle la madre al nuevo monstruo. Y lo consigue, por supuesto, pero antes de eso la película debe ponerse tan emocionante como una lucha a tres caídas. Esta película es pedorra porque en ese típico momento donde parece que el héroe está a punto de perder la cabellera o el campeonato -y que en esta peli significa la peor de las escenas-, el villano reta al increíble. "Pronuncia tus últimas palabras", le dice.

¿Y qué creen ustedes que sucede? El mutante verde, que hasta entonces había basado su elocuencia en dos letras (GRRRRR), se yergue, extiende los brazos y grita tan fuerte como puede:

HUUUUUULKKKKKK!

Un gesto semejante quise hacer yo para pedirle una sola cosa a Mr. Norton, el flamante protagonista (que también fue, dicen, un poco productor y casi guionista de este bodrio):

¡NO MAAAAAAAAAAAAAAAANO!

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