Los tamaños de MM

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I
En la oficina empezaron a llamarme "Dr. House". Por eso, en cuanto bajó el abultamiento, me puse el zapato faltante, empecé a apoyar el pie y largué por fin el bastón. A los pocos días pisé una piedra boluda y pegué otro grito. No como el anterior, pero casi.
Dos o tres personas me recomendaron usar una tobillera. Me tardé en atender el consejo, pero anoche, de paso por la Guadalajara, pedí una.
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II
A sus veintitantos, uno de mis tíos usaba zapatos del número cuatro, lo que tenía lados bueno y malo; aprovechaba rebajas en el departamento de Niños y al mismo tiempo era objeto de innumerables bromas debido a su pie pequeño.
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III
En México y en otros lugares, la talla del calzado tiene connotaciones sexuales. Hay de veras quienes encuentran en el tamaño del pie la medida de su hombría. No culpo a quienes se sienten más varoniles por la forma del mentón, los hombros, las espaldas o el abdomen; yo mismo he presumido de mis manos, que son más grandes que chicas, y recuerdo que algunos de mis alumnos de prepa usaban zapatos a los que la punta se les doblaba porque los compraron dos tallas más grandes. En esto como en lo demás debe haber un sano límite; dudo, por ejemplo, que un hombre se sienta orgulloso de unos pies descomunales.
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IV
Estábamos la Mujer Maravilla y yo frente al farmacéutico. "Una tobillera", dijimos, y el dependiente, un veinteañero la mar de amable, nos trajo dos. "Talla grande y mediana", señaló. Aunque el empaque ofrecía una referencia para seleccionar la medida a partir de la circunferencia del empeine, yo dudé un rato. "Quizá deba comprar talla L", dije. El vendedor se puso de mil colores cuando MM respondió: "La otra, corazón, al cabo tú no tienes el pie muy grande".
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