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"La comida fue emocionante y desastrosa. Su amigo apenas probó bocado porque los calmantes le inhibían el apetito. Juan Jesús insistió en pagar la cuenta, lo menos que podía hacer por alguien que trabajaba para los secuestradores. Se preguntó si habría una red que incorporara más víctimas al chantaje; tal vez sin saberlo el Tornillo facilitaba nuevas presas. Tan sólo por pensar en esto Juan Jesús calificaba como pésima persona, pero el otro insistía en su paz interior, no la calma chicha y bobalicona del que sólo se alimenta de lechuga e ignora las emociones, sino la entereza del que se jode y ahí está, tragándose la vida y los años".

Juan Villoro
Llamadas de Ámsterdam

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