Si ha de acabarse el mundo...




"Una vez por semana era lo común, pero más común era el incumplimiento de aparición, aunque de haber una noticia relevante se publicaba en Oaxaca una gaceta cuyo tiraje reducido se agotaba en un dos por tres: asunto infrecuente, solo que se tratara de alguna rareza extraordinaria, ¿maligna?, ¿benigna?, como lo que sucedió con lo de la bomba: la hazaña perversa que culminó en estallido y hongo postrero: ahora que... al otro lado del mundo: allá en Japón, miles de muertos... Ese horror, con más pormenores, fue referido un jueves por la señora ante los comensales huéspedes, quienes, muy quitados de la pena, le entraban a los frijoles. Luego hubo un remate:

-En cualquier rato estallará otra bomba que acabará con el mundo.

Carraspeos por respuesta, ninguna alarma siquiera gestual de ninguno de ésos. Tal parecía que la noticia había sido escuchada como si cayera la hoja de un árbol. Concentración, pues, en lo sabroso. Cena frijolera... solo ese platillo, pero vasto, y con la compañía de bolillos botijos... Valga decir, en correntía, que cuando los frijoles son cocidos con manteca de puerco saben mejor, como fue esa vez.

-La bomba fue lanzada desde un avión.

Silencio o seguimiento de empujes de comida. Palabras, ¿cuáles más?, solo las de ella... en el aire.

-¡¿Qué?!, ¡¿no les preocupa?! ¡Puede acabarse el mundo!

Orondo por retaque, Demetrio se meneó, quiso ponerse de pie queriéndose autoridad, lo hizo, pero antes, limpiándose con una servilleta sus labios pelotones, dijo:

-Mire, señora, si el mundo está por acabarse, que se acabe ya".


Daniel Sada
Casi nunca


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