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EL ENSAYO HA SIDO REDUCIDO A MERO EJERCICIO DE ESTILO, FUSTIGA HERIBERTO YEPEZ
La Jornada, Jalisco
De Ricardo Solís
Heriberto Yépez, quizá el ensayista joven más polémico que haya en este país, pone de nuevo el dedo sobre la llaga; para el tijuanense, el ensayo actual ha olvidado las premisas que le dieron origen y se limita apenas a ser mero “ejercicio de estilo”, en el que importa más la forma que aquello que se discute y, más aún, su relación con la ética que, desde la antigüedad grecolatina, implica no sólo su filiación con la “construcción de uno mismo” sino al compromiso de “ensayar desde uno mismo”, desde la propia vida.Autor de libros de ensayo como Todo es otro: a la caza del lenguaje en tiempos light, Luna Creciente: contrapoéticas norteamericanas del siglo XX, Sobre la impura esencia de la crítica, El imperio de la neomemoria (entre otros) o de los ejercicios narrativos El matasellos o A.B.U.R.T.O., Yépez no vacila en hablar acerca de la estructura jerarquizada de la república nacional de las letras que ha tornado la carrera de algunos jóvenes escritores en la búsqueda de prestigio y posicionamiento, lo que convierte a la reseña (“basta revisar la sección de libros de la revista Letras Libres”) en un texto que reina bajo la falsa bandera de “texto ensayístico”, cuando su estructura la delata como forma estática que no demanda el compromiso que implica el ensayo.Si bien no se trata, en términos históricos, de menospreciar el sitio preponderante de Michel de Montaigne, el ejercicio ensayístico –de acuerdo con el tijuanense– como tal puede rastrearse hasta algunos textos latinos (sobre todo en Séneca) en los que la perspectiva atiende al ‘yo’ como punto esencial de focalización, sin perder de vista que es desde ahí donde parte la reflexión (precisamente a partir de la limitación y el reconocimiento de lo que se ignora).Incluso desde la academia misma, todo parece indicar una propensión a la justificación de lo que se comenta (a través de las citas, fundamentalmente) y no lo que, en términos precisos, significaría un “pensamiento propio”. Así las cosas, recalca el autor de El matasellos, no resulta difícil pensar en que la práctica de este género dista de ser tal y puede catalogarse que se halla en un “proceso de degradación”.No es infrecuente hallar, en cualquier mesa de novedades editoriales, compilaciones de artículos o reseñas que se hacen pasar (bendita dinámica del mercado editorial) como libros de ensayo; este hecho representa una prueba de que el capitalismo ha llegado al punto de “crear géneros”, lo que significa una desnaturalización de los procesos habituales que, desde su origen, determinan al ensayo.El género, nos dice Yépez, no debiera disociarse de la premisa que implica la “construcción de sí”, base primordial la ética (desligada, por supuesto, de la moral) y la necesidad de crear “conceptos propios”, evadiendo la práctica que provoca la reproducción ad absurdum de un esquema formal que se limita a la descripción estática de las obras, en la que se toma una distancia que empobrece la posibilidad de discusión.Aunque, claro está, la insistencia del escritor implica un convencimiento de que “no todo está perdido”, por lo que considera una necesidad insistir en estas cuestiones, con miras a favorecer una discusión que lleve, por lo menos, a no favorecer una dinámica que propende a una degeneración progresiva que provoca el empobrecimiento reflexivo.

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