XXXV

Se cumplieron dos décadas de la última vez que había celebrado mi cumpleaños. Para aquella fiesta mi madre me compró, además de un pantalón negro y una camisa verde, unos tenis que daban muy bien el gatazo, por más que en los costados dijera Raeboook en vez de lo que correspondía (también hubo, en aquella época, unos zapatos de lona con una estrellita alrededor de la cual se leía la palabra CONSERVE). La camisa era de un verde claro, holgada, muy a la moda; tenía un olor extraño, como un almizcle muy tenue. Yo, que no sabía de tejidos ni de tintes, he asociado desde entonces aquel olor con la sensación de protagonismo. Ambos me resultan fascinantes.


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