Ruda y cursi


Ayer, que era de a dos por uno, le insistí a la Mujer Maravilla que me invitara al cine. Fuimos pues a ver Australia.

Al estilo de Ben Hur, Gladiador o Pearl Harbor, este nuevo laaaaargometraje trae, en paquete, todas esas cosas que al grueso de la población le gusta ver en la pantalla (y quizá sólo ahí): un héroe muy cachas, una güera bastante buena (en más de un sentido), un villano muy malo (también en varios aspectos), un puñado de desvalidos a los que hay que salvar, una guerra, una lección de Historia y Civismo y un escenario exuberante.

La güera aristócrata (Kidman) viaja a un territorio desconocido para encontrarse a su marido bien muerto, y de inmediato nos enteramos de que lo ha matado el malo muy malo. El villano es tan bruto y tan inteligente a la vez para inculpar a un viejo muy bueno, aunque aborigen, lo que lo pone en clara desventaja (hasta el minuto antes del final). La buenota, pues, queda sola a cargo del megarrancho que le quieren robar. En esas circunstancias, ¿quién podría ayudarle?

En eso aparece el muchacho (Jackman). Grande, fuerte, indómito; lo llaman "El Capataz". Y resulta que el mamey y la buena, al mando de un viejo alcohólico, una negra, un negro, un niño mestizo y un madral de reses, atraviesan el inhóspito desierto y sobreviven para bailar e intercambiar fluidos en el pujante puerto de Darwin. En ese momento, en el cine que está dentro del cine a una película que empezó en blanco y negro le llegan los colores, y una niña de trenzas rubias canta algo acerca del arcoiris, una tonadilla que se repetirá en el resto del peliculón. Llueve, y con eso llega una época de felicidad y primavera; luego vendrá otra de angustia y sequía. Luego llegará la guerra.

Y en el escenario de la guerra ocurre lo que todo mundo espera: el bombardeo, el heroísmo, las vejaciones, la reivindicación y, a huevo, que se mueran los feos y que triunfe el amor. Y no se llamen indignados porque les cuento el final. ¿No lo adivinábamos todos? Así las cosas, nadie se puede quejar porque, tras arrasar los japoneses una isala llena de niños mestizos, todos morirán menos los niños mestizos; al encontrarse el viejo alcohólico y el niño mestizo en una situación de extremo peligro, muere el alcohólico y se salva el niño. Y así sucesivamente. ¿No es enternecedor?

Hacía mucho que no veía al público de un cine aplaudir al terminarse la película. Esta vez sucedió. Y yo mismo lo hubiera hecho si no lo considerara tan vulgar como aplaudir tras un aterrizaje. ¿Qué puedo decir? La peli tiene todo lo que un cursi irredento como Pesina podría pedir. Él y yo la recomendamos, cómo no.


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