Salma Hayek comediante



Puede que sea risa histérica, pero los periódicos me doblan varias veces al día. Hoy, sin ir más lejos, los titulares de El Universal ponen a Elba Esther Gordillo, esa maestra que habla con errores de ortografía, explicando la necesidad de "repensar la educación"; al Principito Calderón, ese que convoca al diálogo para decir "de esta línea no me muevo", llamando a la unidad en esta coyuntura histórica; al Secretario Lujambio diciendo que el arco derecho, "inigualable obra de arte e ingeniería" con que el gobierno calderónico celebraría el bicentenario de la independencia, podrá ser inaugurado hasta el año 2011 (¿qué tal el 17 de enero?); por último pone a los jerarcas católicos (apostólicos y romanos) asegurando que la mafia extorsiona a las mismísimas casas de Dios. La Jornada, mientras tanto, pone las palabras del arzobispo Juan Sandoval Íñiguez (el célebre confesor de los Arellano Félix) cuasidenunciando sobornos de Marcelo Ebrard a los ministros que ratificaron la constitucionalidad de los matrimonios entre homosexuales en la república entera. "¿A quién le iba a gustar ser adoptado por maricones o lesbianas?", pregunta Su Excelencia.

La tele no se queda atrás. Cuando los dueños del país se unieron para darnos lecciones de moral y superación a través de un nuevo reality show denominado Iniciativa México, contrataron nada menos que al entrenador más mexicano, El Vasco, quien se retractó públicamente diciendo que México (al que no entendía, pero amaba con toda el alma) podía dejar de ser un país jodido. Todo era cuestión de querer pasar del "ya merito" al "ya la hicimos". Lástima que lo haya dicho unos días antes de la Copa Mundial y su discurso haya sonado a broma.

Para tirar de la espina, ayer entró al relevo una mexicana triunfadora, la actriz y productora Salma Hayek. Y todo sería perfecto si la estrategia no se repitiera. Las primeras críticas al comercial de Javier Aguirre estaban enfocadas a su verdadera opinión sobre el país, convertida de pronto en un fervor inexplicable, a su residencia fuera de México, a su deseo de mantenerse muy lejos de su geografía y muy cerca de su nómina. Hay coincidencias con la veracruzana: ella también vive en Estados Unidos, allá invierte su dinero, cuando viene a México finge no entender el español (aunque en el cine deba hablarlo). Vaya, que mientras puede, muestra su desdén hacia lo mexicano, pero si hay dólares por medio, es la encarnación de la mejor artesanía. Ahora Salmita es la imagen de ese "proyecto que nos pertenece a todos" y tiene plena autoridad para decir, primero, que el cambio no vendrá de afuera, y en seguida otra frase harto conocida, aunque con una pequeña (¿o debo decir enorme, gigante, majestuosa, gloriosa?) variante: "No te preguntes qué puede hacer México por ti..."

A mí esas cosas me divierten aunque no debieran. No hace muchos años, estando en grave predicamento por cuestiones que ahora no comentaré, me empezó a ganar la risa. Era lo que llaman risa histérica, un mecanismo de defensa. Pero coincido con Salma (o quien le haya escrito el discurso, o quien haya ordenado la redacción del mensaje); es tiempo de responder la interrogación definitiva. No preguntarse, por ejemplo, qué puede hacer México por nosotros, sino: ¿quién chingados iba a querer que lo adoptara un maricón?


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