Digresión


Ya he hablado antes de las recomendaciones bibliográficas de Alfredo Marko. Tiene, este amigo, un agudo sentido para captar las aficiones de los lectores. Pocas veces falla, de veras. El pasado fin de semana casi nos dio vergüenza cuando una amiga mutua y la amiga de esta amiga nos encontraron en una mesa del café de siempre, intercambiando libros cual si fueran estampillas de un viejo álbum escolar. Alfredo me iba a prestar tres libros, pero no quise abusar y me traje únicamente dos: El guardián entre el centeno y El país de las últimas cosas. Esta mañana, en la soledad de una oficina con goteras (no había mencionado que acá llueve desde la semana pasada), en una escuela desierta; terminé de leer el primero.

Confieso que El guardián... estuvo a punto de gustarme. Si bien debo decir que me encantó la perfecta caracterización de ciertos personajes a partir únicamente de los diálogos y que en algún momento la confusión del joven Holden llegó a provocarme una pizca de ternura (a decir verdad, lo que me cautivó fue el caso del infortunado James Castle y sus dientes desperdigados en la banqueta), la estructura narrativa me viene pareciendo demasiado simple (ojo: no hablo del lenguaje, que ése es tema aparte).
En defensa de la novela (y de Salinger), me atrevo a suponer que, si el ejemplar que leí no fuera una de esas odiosas traducciones castellanas, este libro me habría gustado más. Si ya bastante incómodo es leer mil veces la palabra "joder" (o "jo", como aparece en esta versión, o simplemente "j...", que ya es el colmo), imaginen lo que será forzarse a pensar en un jugo cada vez que se lee la palabra "zumo", o en un limón donde dice "lima" o imaginar, mientras se lee "la guinda encima de la torta", la cereza de un pastel. Cosa de locura si te encuentras "que le den por culo" o "a tirar por culo". Chale, es tan odioso como los doblajes de las series gringas: "Voy a trapear el piso con tu trasero".
A saber si a los lectores españoles les sienta bien esa traducción, pero lo que es a mí me pone los pelos de punta leer tantas frases coloquiales peninsulares. Y en esta versión abundan. Espero que haya traducciones más solidarias con los hispanohablantes americanos; aunque, si he de ser sincero, más deseo encontrarme alguna vez con la versión original. Total, si el libro tiene más de medio siglo y yo había tardado tanto en leerlo, ¿quién puede asegurar lo contrario?

El guardián entre el centeno
J. D. Salinger
Alianza Editorial, 2004. Madrid, España. 226 p.

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