¡Viva Aguascalientesn!



Tenía yo diecinueve años cuando fui por vez primera a la ciudad de Aguascalientes. Estaba por cursar el último año.
Todo inició cuando ganamos el concurso de comparsas en el carnaval de Ciudad Victoria, ese sucio agujero. Ahí, mi amigo Edmundo Bárcenas y yo habíamos actuado durante tres días haciendo de nativos precolombinos mientras dos prietos de noveno grado hicieron de conquistadores porque nosotros nos rehusamos a vestir las mallas de la estudiantina. (Debo decir, sin modestia, que yo hacía muy bien las escenas de lucha cuerpo a cuerpo gracias a mi larga experiencia como cinéfilo de los Almada y de El Santo). El último día, el moreno más gordo cayó encima de mí cuando se suponía que acababa conmigo y Mundo con él; lo malo fue que entre el cuerpo suyo y el mío estaba la lanza que yo traía. Como un día dijera el genio de Salzburgo, esa vez me alegré de que el carnaval llegara a su fin.
Los días de carnaval y los de convalecencia finalmente valieron la pena. Hicimos un tour que inició en Aguascalientes y que siguió por los estados de Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí. En Ciudad Valles se nos acabó el dinero, y las chicas tuvieron que hacer despliegue de su imaginación para alimentar a una veintena de machos buenos para nada.
Esta semana volveré a Aguascalientes. Voy a una reunión de jóvenes; a acordarme de cuando también lo fui.

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