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Domingo de lluvia





"En la calle llueve y usted está parado en la puerta de su casa esperando a que el cigarrillo termine de consumirse entre sus labios. Está pensando adónde irá precisamente.

Hoy es domingo, y los domingos son culpables de la soledad de las veredas.

Usted tiene un paraguas en una de sus manos, es un paraguas negro que, plegado, tiene algo de pájaro siniestro.

Usted abre el paraguas sin preocuparse de sacudirlo varias veces antes de hacerlo. Y entonces es usted responsable de todos los recuerdos que caen sobre su cabeza.

Usted empieza a caminar bajo el paraguas y siente que es demasiado grande. La misma sensación de arquitecturas abandonadas sobreviene al contemplar el asiento vacío del auto, o al mirar la mitad de la cama deiserta, inútilmente grande. Esa soledad de las camas donde crecen con tanta facilidad los hongos del olvido.

Más allá del paraguas cae la lluvia y, bajo el paraguas, llueven también húmedas reminiscencias de otros días que le hacen a uno sentirse culpable por no haber tomado las precauciones necesarias.

Usted sigue caminando bajo el paraguas, lo cambia de mano, realiza todos los trucos inútiles del hombre solo al comienzo de un domingo, trata de convencerse de que lo ocupa todo, de que nada ni nadie falta sobre la tela negra. Pero sus tretas sólo aumentan su soledad de caminante dominguero... "




Luis Sepúlveda
Desencuentros
Tusquets, 2002, Barcelona, 269 p.

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