Traspiés lingüísticos en la provincia tamaulipeca 24

RAYOS CÓMICOS


En una entrega anterior había mencionado cómo, a falta de un referente que nos haga entender neologismos o bien conceptos que sin serlo nos resultan nuevos, nuestras ideas se acomodan de tal manera que, sin dejar de comprender la enunciación general, acuñamos inéditas frases o combinaciones de términos.

Aquella vez puse como ejemplo a quienes conocen como “coyotas” a los automotores de cierta marca japonesa, y aludí también a un trovador que en vez de entonar: “lo ataron y se les fue”, refiere un acto hasta ahora imposible.

Sólo por abundar (o mejor dicho, por joder), les comparto un recuerdo de hace exactamente siete años.

Mientras al otro lado del mundo comenzaba la invasión a Irak, en la provincia tamaulipeca iniciaban las vacaciones de primavera. Íbamos de Burgos hacia Victoria y, al pasar por Villa de Cruillas, nos detuvimos en una fiesta. Entre canciones, cervezas y trozos de carne asada nos enteramos de la guerra. Pienso que quienes vivimos esa época recordamos las imágenes: una sucesión de manchas verdes y negras. Entre los borrachines, no faltó quien se quejara de ellas, a lo que otro respondió, haciendo alarde de conocimientos: Es debido a la cámara de visión nocturna, que capta los rayos inflarrojos.

Ya que hablo de radiofrecuencia daré, de pilón, un ejemplo más. Elecciones locales de 1995. Consejo Municipal Electoral. 13 de noviembre. Anochecer. En Villa de Burgos llegaba a su clímax el conteo de votos, pero faltaban los paquetes de las comunidades distantes. A falta de teléfono y de cualquier otro medio, dependían de limitados equipos de radio, que se negaban a funcionar Uno de los consejeros (panista, seguramente), cansado de la situación se atrevió a blasfemar: “¡Malditas ondas persianas!, dijo abriendo los brazos frente a una ventanita.


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