La mala obra del día

Yo no sé.
Se supone que habría de siginificar una gran fiesta estatal la incorporación de los huesos de Doña Amalia González Caballero de Castillo Ledón a la rotonda de los tamaulipecos ilustres. En parte lo fue, ni dudarlo, pero como que todo eso no acabó de cuajar, digamos que se vio desangelado.
No sé.
Escuchaba en la radio el homenaje que se celebró en el patio central del Palacio de Gobierno, guardias de honor, flores y el discurso de vaya usted a saber quién -desde luego debía ser una mujer la encargada del discurso principal, pero la recepción era tan mala que el nombre no se escuchó- cuando la señal se cayó, y mientras en Radio Universidad programaban música de estudiantinas en tanto restablecían la comunicación, el homenaje aquel acabó no supimos cómo.
Yo no lo sé.
Cualquiera pensaría que, luego del evidente derroche de recursos económicos y humanos en la organización de este evento las cosas resultarían, por lo menos, aceptables. No fue así. Cuando llegué al Centro Cultural, a la inauguración de la muestra fotográfica "No es que fuera la luz", había una larga fila -o filas entremezcladas- ocupando el vestíbulo del teatro. Al centro de ese recinto se celebraría el corte de listón y todo eso. Parecía entonces que, si bien involuntariamente, la muchedumbre había formado un círculo en torno a los familiares de Doña Amalia y de los organizadores. Iban a la mitad del discurso inaugural cuando la fila empezó a avanzar. Y no se detuvo. En unos cuantos segundos las personalidades fueron las únicas que habitaban aquel lobby y nadie más que ellos supieron en qué terminó la dichosa inauguración. El público estaba ya dentro del teatro.
La verdad es que no sé.
No me imagino lo que sentirá alguien cuando le encargan escribir una archimegafastuosa obra teatral que sea, en realidad, un drama biográfico incapaz de omitir detalles. Medardo Treviño no me cae bien ni mal, no pretendo justificarlo, pero bastante pesado debe ser escribir algo por obligación para que además lo condenen a uno a colgarle a un mismo árbol todos los adornos navideños -Portal de Belén y Santa incluidos-. Lo que sí sé es que no podría resultar algo diferente a lo que vimos anoche: una obra que empezó bien, con ciertos aportes visuales y dramáticos que prometían una gran obra, pero que se fue deshaciendo al vuelo como un viaje espacial fracasado: nada más que un enorme desperdicio de dinero. Antes de la mitad estaba convertida en un discurso frío y monótono, y al final aquello parecía más una de esas exposiciones temáticas de ciertos estudiantes que una obra dramática.
No sé.
Afuera del teatro estaba el maestro Carlos Valdés, miembro de la llamada resistencia cultural, regalando cartas en las que denuncia lo que -a entender de muchos- son claras muestras de amiguismo e ineptitud en los mandos principales del Instituto. Denunciaba ese panfleto que la obra "Réquiem para Amalia", de la que he venido hablando, había sido escrita y preparada al vapor por Don Medardo Treviño, que es funcionario del Instituto. No lo sé, reitero, pero muchos detalles hacen pensar que así fue (lo de "al vapor", claro). Después de todo no tendría por qué ser diferente, muy pocos sabíamos de la inclusión de Doña Amalia en la rotonda hasta esta semana. Hay cosas, empero, a las que jamás las justificará la prisa.
Yo no sé.
He visto en ese teatro -gratis, desde luego, mi sueldo de probesor no me permitiría esas diversiones- varias obras buenas, otras rescatables y algunas (pocas, debo reconocer) decididamente malas. Lo que llama mi atención, sin embargo, es que el público siempre se entrega a los actores y a los directores. Bastante si son famosos, en demasía si son victorenses. Siempre los ovacionará, les aplaudirá de pie, siempre una y otra vez; no importa que su desempeño ronde, algunas veces, entre lo mediocre y lo detestable. ¿Será acaso que el teatro se encuentre casi siempre lleno de familiares o que el público victorense sea condescendiente? Quizá este público es optimista nada más, o tal vez lo que sucede es que vive mejor el teatro que yo.
Juro que no lo sé.

Comentarios

Mussy dijo…
Pues yo tampoco lo sé. lo que sí sé, es que es un descaro del señor Medardo, poner al Estado a su servicio, cuando como funcionario debiera ser él quien se pusiera al servicio del estado.
Lorena Illoldi dijo…
Sí sabes, bien que sabes, y lorequete sabes.
Si te quieres hacer wey, es otra cosa. Igual están las autoridades y el público ese que mencionas y los artistas que le siguen el juego a mermelardo. Qué va uno a hacer.

Yo soy resistencia.
Hulk dijo…
Pues hubieras estado ahí, con Valdés. Esa resistencia tuya está resultando muy light, Lorena. Te estás viendo menos resistente que el papel Lovly. Mejor invítame una chela, es lo que deberías hacer.

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