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"Golo marca el número. Mundo aguarda. Golo espera a que suene el primer tono y conecta el altavoz del teléfono, de modo que los dos escuchen y puedan hablar en caso necesario. Es la madrugada, así que, como es habitual, contesta la mujer. (En otros horarios contesta la hija, o el hijo menor, pero esto es, como ya se dijo, menos común.) Entonces dice Golo:
-Aquí quieren hablar contigo.
Y -mientras su amo se aleja para dejarlo pasar-, Mundo, que reconoce las palabras como una de varias claves preestablecidas, habla de modo articulado y claro para decir:
-Mi amor, soy yo.
-Fernando -dice la mujer, cuyo nombre es Andrea; en otro tiempo era una pregunta, pero ya no hay duda y sólo se resigna a continuar.
-Mi amor, estoy bien. Me tienen secuestrado. Me llevaron, no sé dónde estoy, quieren dinero. Quieren un millón -dice Mundo-. Dicen que si no se los das me van a matar. Dicen que si se los das mañana me tienes de vuelta.
La voz de Mundo también está desprovista de cualquier asomo de angustia o miedo. Hace años, sin duda, que Andrea no cree en la posibilidad de su regreso, y él mismo no quiere volver. pero lo importante no son sus deseos sino la obediencia debida. De haber sido otras las palabras introductorias de Golo, Mundo habría balbuceado como un niño o ladrado como un perro; habría fingido un tono amanerado, habría puesto el trasero y no la boca cerca del micrófono, o habría insultado a la mujer, la habría llamado puta y frígida, vaca, perra: la secuencia precisa de palabras que Golo le indicó.
En este caso, sin embargo, tras "me tienes de vuelta" queda poco por decir: un par de protestas de amor, una pregunta por el bienestar de la niña y el bebé (los parlamentos no han cambiado, se entiende, en todo el tiempo que Golo ha tenido a Mundo) y una breve seguridad de que todo saldrá bien:
-Mañana nos vemos, mi amor. ¿Verdad? -tras de la cual Golo, quien se excita invariablemente con el intercambio, cuelga el teléfono, se baja los pantalones y penetra a Mundo rápida, nerviosamente.
-Bien -dice, varias veces, siguiendo su propio ritmo-. Bien, bien."


¡Alberto, eres enoooooormeeeeeeeeeeeeee!


Los esclavos.
Alberto Chimal.
Editorial Almadía. México. 2009.

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