Idiotez

Entre las cosas que más odio de mí, la primera es que soy muy tarugo; la segunda, que se me nota demasiado. Gracias a esa combinación, con frecuencia hago corajes por culpa de carpinteros, mecánicos, meseros, choferes y jefes abusivos. Más bien por mi propia culpa, debo decir, pero coraje es coraje y ya. El más reciente fue por cuestiones fiscales.
Un mal día fui a buscar a mi contador para decirle que el SAT me había enviado un exhorto para que efectuara una declaración pendiente que, desde luego, yo creía ya realizada. La respuesta del susodicho fue que no era una sino dos. ¡Put! Pero que no había razones para mi preocupación. ¿Por qué iba yo a responder al SAT si todavía no había un requerimiento? Algo así como "usted no diga frío hasta que vea pingüinos".
Empecé a desconfiar. Al tipo yo le había entregado todos mis documentos con la instrucción de que me diera de baja, cosa que no había sucedido. Para entonces ya se los había pedido, pero nunca le faltaron excusas para no dármelos. Otro día, por fin, me buscó él para decirme que los trámites estaban ya cubiertos. ¡Alivio! También me dijo, por supuesto, que le pagara.
Pasaron los días y no me entregó papel alguno, así que hice a un lado la pereza y acudí a la oficina de Hacienda para conocer directamente mi situación fiscal. Ninguna declaración, desde que lo conocía, había sido realizada. ¿Y el dinero, las facturas y demás papeles?
Ya sé que esto le pasa sólo a la gente muy idiota. Según me dijeron en el SAT, yo no podría regularizar mi situación hasta que recuperara mis documentos. ¡Put! Como eso no iba a suceder por las buenas, tenía que levantar un acta en la ministerial.
Lo hice. Y ahora que el fulano ha recibido un citatorio viene, abanica el papel y vocifera. El muy hijo-de-puta dice que antes de hacer esa atrocidad (es decir denunciarlo, exigir que me devuelva mi dinero y mis papeles) yo tenía que haber pensado en su familia, que ahora está tan preocupada.
Chale. De veras me angustia que su familia (que, creo, no tiene vela en este entierro) pase ese trago amargo, pero mi familia cuenta también.
Acabo de pensar esto y digo: Mira qué jijo-de-la -chingada-tan-sinvergüenza.


Entradas populares