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"La competencia trepadora no siempre favorece al más competente en esto o en aquello, sino al más competente en competir, acomodarse, administrar sus relaciones públicas, modelarse a sí mismo como producto deseable, pasar exámenes, ganar puntos, descarrilar a los competidores, seducir o presionar a los jurados, conseguir el micófono y los reflectores, hacerse popular, lograr que ruede la bola acumulativa hasta que nadie pueda detenerla. La selección natural en el trepadero favorece el ascenso de una nueva especie darwiniana: el Mediocris habilis (*).
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No es imposible que una persona competente en esto o en aquello sepa también acomodarse y trepar, pero no es necesario. Lo importante es lo último. Una persona aún más competente puede ser descartada en la lucha trepadora, si no domina las artes del Mediocris habilis. Así se llega a las circunstancias en las cuales un perfecto incompetente acaba siendo el número uno.
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Desgraciadamente, aquellos que no tienen interés en lo que están haciendo, sino en ser aprobados, presionan hasta que se salen con la suya. Muchos años después, cuando llegan al poder y la gloria, son los modelos de una sociedad reducida a trepar, y la degradación se extiende desde arriba. Muchos lo lamentan, sin ver que todo empieza abajo: cuando maestros, jurados, editores, para no sentirse verdugos, se vuelven cómplices del trabajo mal hecho. Y luego un pobre diablo, aprobado por compasión, cansancio, irresponsabilidad, se convierte en su jefe, su juez o su verdugo".
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Gabriel Zaid
El secreto de la fama
Lumen, México, 2009, 163 p.
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* Me he tomado la libertad de modificar este nombre, que en el texto original aparece enteramente en minúsculas, porque en los nombres científicos género y subgénero llevan siempre mayúscula inicial.
Creo que Zaid o su editor (nos) considera a los mediocres un género y no una subespecie (esto último hubiera sido, en mi opinión, lo más acertado); de lo contrario lo habría escrito así: Homo mediocris habilis.


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