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"ESTA TIERRA NO SE ESCARBA, dicen en Icamole, se rompe, y la costumbre ordena hacer el mínimo de excavaciones debido a un evento ocurrido en 1876, cuando tras proclamarse el Plan de Tuxtepec para repudiar la reelección, Porfirio Díaz se alzó en armas contra el gobierno del presidente Lerdo de Tejada. Comenzó su campaña armada por el norte y, al no dar con la manera de invadir Monterrey, deambuló por el desierto hasta llegar a Icamole, donde hubo de enfrentarse a las fuerzas leales del gobierno federal. La derrota de Díaz fue mayúscula, y el terreno de fondo de mar con tanta piedra esparcida, algunas redondas, la mayoría filosas, resultó pésimo para huir; los soldados vencidos tropezaban o se atoraban entre la variedad de plantas con espinas. Algunos historiadores cuentan que un gran número de muertos exhibía balazos en espalda o nuca, y también que Porfirio Díaz lloró la aniquilación de su ejército, ganándose el mote del Llorón de Icamole y las burlas de algunas personas a las que no les quedó otro gusto que el de seguirse burlando, año tras año, pues ese llorón habría de recuperar su fuerza, aplastar a sus enemigos y reelegirse presidente a voluntad, como nadie más lo supo hacer. Sin embargo, estos hechos que forman un capítulo de la historia del país, para Icamole siguen integrando su presente, pues cada soldado muerto fue sepultado justo en el sitio donde cayó, sin cruz ni lápida ni bayoneta ni bandera ni féretro ni escapulario ni flor ni equis de piedra ni mano salida ni hebilla del cinto ni palo de escoba ni verga parada ni cacto marcado ni carta a la madre ni oro del diente ni ojo de vidrio ni esquela mortuoria ni aviso oportuno ni nada de nada, y así, sin indicación alguna, en Icamole ha sido accidente común que al excavar para una fosa séptica o un pozo de agua, se profane una de estas tumbas improvisadas; entonces hay que llamar a un cura, y el dueño de la parcela es responsable de costear la nueva sepultura bajo una lápida sin certeza de nombre, en el panteón de Villa de García, el único autorizado en la región por las autoridades de salud. Por eso desde 1876 no hay entierros en Icamole, costumbre que Remigio está por contrariar".

David Toscana
El último lector
Alfaguara, 2010

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