Prometedor según Quién

HACE DOS AÑOS Y QUINCE DÍAS, estando en la FeNaL, una rubia de pechos grandes (eché eso de menos esta última vez) me invitó a pasar a una sala (desde luego no a su sala).
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El destino es tramposo, pienso, y tal vez por eso entré justo cuando la presentación editorial estaba a punto de concluir. Andrés Neuman y Antonio Ortuño eran los dueños de las novedades. A Neuman le hicieron una pregunta que entendí muy poco y él dio una respuesta que no entendí en absoluto. En tanto yo caminaba hacia adentro muchos intentaban salir, la mayoría murmuraba. No sé cuántas veces escuché la palabra "payasos".
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Ayer o hace dos días mi amiga Liliana V. Blum hablaba del prejuicio. Nadie, supongo, está exento de practicarlo alguna vez. Yo por ejemplo, ese día, a ciegas clasifiqué ambos escritores en ese tipo de literatura que tanto me hace desconfiar, la de quienes escriben chistes en lugar de historias. Otra vez estaba equivocado, al menos en lo que a Ortuño concierne.
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El destino es tramposo. En la FeNaL de este año conocí a este escritor. Una de esas noches yo permanecí callado (y eso deben agradecer los demás) hasta la madrugada, cuando los güisquis se me empezaron a acumular. Entonces encontré la conversación con un par de Antonios (de veras eran dos: Parra y Ortuño) interesante, amena, alentadora y otros calificativos de semejante calibre. No estaba tan aturdido como para no saber que aquel hombre tenía cosas importantes que decir.
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Al día siguiente compré un libro de cuentos, El jardín japonés. Nada de gracejadas innecesarias ni de historias contadas a la carrera. Hay ironía y eso basta para entender que se trata de relatos inteligentes. Los seis que a mí me gustaron ("Si huele a carne es Babel", "Amor y ensalada fresca", "Los más bellos poemas del abogado Seltz", "Mi primer cachorro muere", "Pseudoefedrina" y el que da nombre al libro) se componen sin prisa y sin demasiados artificios, pero con una solvencia narrativa que provoca gran empatía. Cuando digo que la lectura es placentera, en el caso de este libro es una absoluta verdad.
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No sé qué tal esté la novela, la de aquella presentación (Recursos humanos, Anagrama, 2007), pero este cuentario me hizo saber que por oír a un puñado de extraños desperdicié dos años (más quince días). Recordando una frase de CRG, confieso que Antonio Ortuño es el tipo de narradores que yo estaba buscando y no había querido leer.






Antonio Ortuño
El jardín japonés, 2007,
Páginas de espuma, Madrid,
102 pp.






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