Asunto de ellas

He mencionado que mi trabajo está en una comunidad rural. Casi la totalidad de los habitantes votadores no concluyeron su educación básica. Algunos lo han hecho a través de los programas de educación para adultos, pero ya sabemos cómo funcionan esas cosas en este país. Con ellos, pues, conviven los únicos profesionistas que caen por acá: sacerdotes, maestros de escuela y funcionarios del gobierno. Si Oyama fuera un pueblo costero, el escenario que menciono equivaldría a un triángulo de las bermudas (así, con minúscula), pues en cualquiera de esos tres vértices los incautos se pierden sin remedio.

A propósito del debate que ha generado la iniciativa para la despenalización del aborto (interrupción voluntaria del embarazo suena a eufemismo y, ya entrados en gastos, no puede uno permitirse eso), todavía en discusión en el D.F., me atreví a hacer un breve sondeo de opinión entre los oyamenses y sus educadores (aclaro, por si hiciera falta, que todos los maestros vienen cada día desde la capital del estado). ¿Adivinan los resultados? Así es: nativos y extranjeros opinan exactamente lo mismo.

De ningún modo debería despenalizarse el aborto, dicen desde el principio, pues se trata de un asesinato. Es inconcebible que una mujer decida matar a su hijo. ¡Imagínese! ¡Cómo va a ser! Son expresiones, éstas, compartidas por campesinos, comerciantes, pedagogos, analistas de sistemas y amas de casa. Luego se ponen un poquito indulgentes:

Bueno, habría que hacer excepciones, pronuncian quedito, por ejemplo si la mujer ha sido violada. En esos casos pues qué culpa tiene ella, ¿no?, se envalentonan y dicen casi a coro si son varios los entrevistados. Pero si ha sido por otra causa, si la mujer anda de cuzca (palabra mía, pero en las entrevistas fue variada: más, coscolina, piruja, caliente...) y por no cuidarse resulta embarazada, entonces no. ¡Que se chingue!, dicen ellos, ¡Que se amuele!, dicen ellas; en todo caso equivale a decir que no hay disculpa, que la mujer debe llevar el embarazo y el parto y la lactancia y el jardindeniños y lo que le siga hasta sus últimas consecuencias por permitir que le comieran la torta. En el pecado llevar la penitencia... Bah.

Por supuesto, dicen, también hay algo de responsabilidad en el hombre; un poquito no más, porque todo mundo sabe que el hombre llega hasta donde la mujer se lo permite. Desde luego los métodos de anticoncepción son asunto particular de ellas, aseguran los profesores varones. Menos el aborto; denunciarían a sus amadas si abortasen (vaya usted a saber si esto último es sincero o tan sólo pose). ¿Despenalizar?, ni pensarlo. Imagine nada más el descontrol que eso ocasionaría: hospitales llenos de pirujas abortando sólo porque así lo desean. Qué cómodo, ¿no? Palabras más palabras menos, eso dicen todos los interrogados. Existe un tema sin embargo en el que no hay consenso:

Además, en el último caso subsiste la adopción, dicen ellos. ¡Qué!, responden las mujeres -maestras y amas de casa-. Es igualmente horrible. Y otra vez la expresión: ¡Es inconcebible que una mujer...

A mí me queda esa palabra dando vueltas en la cabeza. Inconcebible ¿Pues no es ésa la razón de todo este debate? ¿Por qué será entonces que tantas mujeres arriesguen demasiado -incluyendo la propia vida- por practicarse un aborto? Nadie, que yo sepa, ha dicho alguna vez que abortar sea una experiencia padre, bonita, placentera, segura ni demás. ¿No será entonces que la opción de llevar a conclusión el embarazo supondría para ellas una catástrofe, algo incluso peor que perder la vida?

Es asunto de ellas, repiten hombres y mujeres, y con esto quieren decir que quienes se embarazaron por descuido son las únicas responsables de lo que les crece en el útero. ¿Por qué entonces se adueñan del derecho que ellas tienen para decidir sobre su vida y su cuerpo?

¿No había comenzado ya el siglo XXI?
¿No debería la educación servir para algo?
¿Es la mujer una persona o una incubadora?


¿Hasta cuándo, carajo?


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