¿Quién es el Señor López?


-A todo el que se dejó -me dijo- lo hice sembrar parras.
Cortó un racimo de uvas y me dio a probar. Eran agrias.
-Es que no se presta el clima -dijo.
-¿Por qué las siembras, entonces?
-Porque está prohibido cultivarlas.


Hay quienes dicen que Jorge Ibargüengoitia no tiene obra que valga la pena, sin embargo es uno de mis escritores preferidos. No hay pierde, si uno quiere divertirse con la lectura, ése es el autor ideal, sus novelas y sus obras de teatro son garantía en este sentido. Lástima que sus libros sean tan caros en la actualidad (vuelve la burra al trigo). Desde Los relámpagos de agosto, Maten al león, Estas ruinas que ves, Dos crímenes y Los pasos de López, en sus novelas uno puede mirar, desde otro ángulo, más humorista pero no por eso menos crítico, la historia nacional y latinoamericana. Muchos escritores han pretendido imprimir a sus propias novelas y cuentos una carga de humor que apenas llega al chiste bien o mal contado; Ibargüengoitia hacía mucho más que eso: parodiaba la historia -su propia historia a veces- sin quitar a sus personajes un gramo de humanidad. Gran parte de su obra, por fortuna, se encuentra en las bibliotecas públicas (confieso que no he comprado un solo libro de él).
Encontré esta semana Los pasos de López en su primera edición y, aunque como tantos otros ya sabía igualmente la versión oficial de esa historia (la revolución independentista que iniciara Hidalgo en la Nueva España, hoy México) como la que propone el escritor guanajuatense, no desaproveché la oportunidad de pasar un rato a carcajada suelta.

Y de vuelta a la manía de Beatriz (ya saben cuál), tampoco desperdicié la ocasión para enumerar algunas erratas. He aquí el recuento de los daños, que puede ser lo mismo una sinopsis que otra inútil sangronada:

1. Dije que me alegreaba y él, en vez de esperar al día siguiente, empezó a examinarme en ese momento. P. 16
2. En la corniza había un copete con un reloj. P. 35
3. Las instrucciones que me dio "Luis" suponen que los que están en el cuartel, que serán más de cien, con oficiales veteranos, van a quedarse quitos esperando a que yo acabe de bombardearlos. P. 51
4. Las -ordenes que daba estaban escritas en letra grande y clara. P. 57
5. ...de la que fue sacando durante el viaje café, bizcochos, quesadillas, gordas de sesos, nopalitos guizados, etc. P. 62
6. Los reflejos que de repente salían entre los costales de la envoltura daban la explicaicón: eran balas de plata. P. 81
7. Decir que laguien es miembro de una organización secreta, cualquiera que sea, es una acusación muy seria. P. 95
8. -Forcen la puerta, ordené a los soldados. P. 100
9. La ciudad estaba en nuestras manos y era pocos los que nos estorbaban. P. 120
10. Una ola de gente subió a la cumbre y acabó con los coloniales, que resistieron valerosamente: de mil hombres que eran se reindieron catorce. P. 139
11. Hice desmontar a mis hombre y los puse a ayudar en esta tarea triste. P. 140
12. Estos daños, la historia nos lo ha de achacar -dijo Ontananza contemplando una hacienda incendiada. P. 144


Los pasos de López.
Ibargüengoitia, Jorge. 1984. Ediciones Océano, S.A. México, D.F. 154 p.

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