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JUSTICIA

Fui, sin dudarlo, a un conocido abogado. Qué espléndida fue su franqueza cuando me dijo:
—Tienes razón, pero la parte contraria también la tiene.
—Le he propuesto que acatemos la decisión de alguien en quien ambos confiemos.
—No hay esperanza de encontrar una persona así en estos tiempos.
—Tengo cartas grabadas que convencerán al tribunal de mi honestidad.
—Las rechazarán por considerarlas falsas.
—La verdad es que soy inocente al cien por cien.
—No hay nadie que sea inocente al cien por cien.
—No es imposible.
—¿Acaso no le amenazaste, en un momento de odio, con matarlo?
—Pero él no tomó mis palabras en serio.
—Por el contrario, tomó muchas precauciones, visitó varios mausoleos e hizo votos.
—¡Eso es una locura! —exclamé riendo.
—Tienes que demostrar que está loco, sobre todo porque su abogado intentará probar que el loco eres tú.
Me eché a reír hasta que el abogado me interrumpió diciendo:
—No hay ningún motivo de risa.
—Acusarme de locura provoca risa.
—No, más bien, provoca lástima.
—¿Por qué, señor?
—Porque la locura provoca lástima.
—Pero teniendo en cuenta que yo estoy en mi sano juicio, la acusación carece de importancia.
—La falta de interés puede significar locura.
—¿Tiene usted alguna duda de mi estado mental? —pregunté consternado.
—No sólo eso: vuestro prolongado desacuerdo indica que ambos estáis locos.
—¿Y cómo es que quiere defenderme?
—Es mi obligación.
El abogado suspiró profundamente y continuó:
—Y no olvides que estoy loco como vosotros.



Naguib Mahfuz
Ecos de Egipto. Pasajes de una vida.
Trad. María Luisa Prieto.
Ediciones Martínez Roca. 2001. Barcelona. 122 p.

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