Tres historias en una

Y mientras en un ambiente de modelada (que no moderada) alegría arrancaba el FIT, es decir que comenzaba, un arranque de ira hacía finalizar abruptamente el curso de actualización que en la oficina de recaudaciones había iniciado hace tres semanas y que simplemente no progresaba. En la sala 3 de Cinépolis, mientras tanto, empezaba su monólogo El Decadente. Todo empezó con un reclamo que le hicieron a la empresa que ofreció el curso al gobierno del estado. Casi en estado de éxtasis, mientras ofrecía el programa del festival a propios y extraños (porque este año cada evento está dedicado al turismo), el gobernador tuvo también su propio arranque, pero de optimismo. El libertino, que así se traduce el título de esa nueva película de Johnny Depp, resultó menos espectacular, igual de oscura y más buena de lo que se esperaba. Al parecer, el engreído dueño de la empresa -el tipo se cree muy bueno, pero es tan oscuro- que vendió el espectacular curso, esperaba que los participantes, en su calidad de "empleaduchos muertos de hambre" escucharan sus alegatos sin chistar. Casi a chiste sonó la declaración del gobernante cuando juró que ésta, su administración, está empeñada en acrecentar los bienes culturales y en llevar las manifestaciones artísticas a todos los rincones de la comarca. El rey, que llegó al poder sólo gracias a la ayuda del padre del personaje que interpreta Depp, que le salvó la vida, se la hace muy pesada al Conde, es decir a Johnny. Esconde este festival las deficiencias del gobierno en materia de cultura, han dicho personajes cuyas opiniones pesan. Que se la estaban haciendo "de pedo", dijo el dueño de la empresa, que ya se estaba poniendo muy pesado. Lo que le estaban haciendo pesado al Conde era la vida, hay que aclararlo, pues la película está clasificada con "C" cual si se tratara de un bodrio pornográfico y en modo alguno lo es. Tampoco lo es, el festival en sí mismo, la mejor manera de llevar todas las manifestaciones culturales "a lo largo y ancho del estado", como pretenden los gobernadores, sino atendiendo las casas municipales de cultura, que en muchos municipios ni existen, eso sí que nos haría fuertes. El fortachón empresario se puso colérico cuando el más nuevo de la oficina se atrevió a cuestionar el profesionalismo de los instructores, avanzó entonces hacia él con el fuego reflejado en la mirada; lo que siguió fue todo un espactáculo. Los espectaculares fuegos artificiales que siguieron al discurso del gobernador serían algo más que un símbolo inaugural; para muchos esa pirotecnia definiría el festival entero. De una pieza se muestra el antihéroe de la película, pues desheredado, perseguido, abandonado y enfermo, termina dándole una última lección al monarca. Que las lecciones del curso fueran un absoluto fraude fue lo peor que le pudo haber dicho "el novato" al empresario, pues le dio pie para que éste lo llamara "muchachito pendejo, babosete, cómo te atreves a hablarme así" y acto seguido le propinara un golpe en pleno rostro con lo primero que encontró a su paso. El paso de este Conde por la vida fue registrado, muy a pesar de todos, en la obra de teatro que escribió uno de sus no-amigos. Los amigos del gobernador pudieron disfrutar, en seguida, de la ópera; unos cuantos boletos fueron en realidad vendidos. En realidad, la directora de la oficina de recaudación terminó dándole la razón al irracional director de la empresa, que ya estará satisfecho. El director de la película, por su parte, debió quedar muy satisfacho con su trabajo. No sé si eso era parte de su trabajo, pero los directores de la ópera esperaron al gobernante y a su comitiva en la puerta del teatro. Y colorín colorado, estas tres historias han terminado.

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