Autor izado



Hay en una página de Internet una sección de cuentos "góticos y misteriosos" en la que acabo de pasear. Me siento halagado por lo que encontré ahí: una versión compactada de mi cuentete Los muertos no sangran. Me veo entonces impelido a agradecerle a quien no sólo ha malgastado su tiempo leyendo mis tonterías, sino también reconstruyéndolas. Desde luego me hubiera gustado que Sinner (Axel, David o como sea que se llame), el joven adaptador, hiciera una mínima mención del original, pero sería demasiado pedir, creo. Les dejo aquí, con correcciones que no pican hondo en la ortografía y la gramática, el texto del que hablo. Espero encontrar pronto las versiones en cumbia y corrido.


"En pleno verano estaba todo cerrado,
la casa de Axel no daba alguna señal,
pero adentro, las veladoras alineadas,
creaban una atmósfera infernal.

Llevaba horas en la misma posición,
tenía los ojos rojos y una pierna entumida,
necesitaba notar algun cambio
una señal de que su esposa estaba viva...

Pero Ana seguía inmóvil,
tirada en el piso y con la boca abierta.
"Tal vez se ahogó y tragó mucho aire,
quizá sea por eso que no se despierta".

"Tal vez eso la mantenga con vida",
Axel se decía una y otra vez;
"el aire debe seguir en sus pulmones",
seguía intentándose convencer.

Tenía varias horas pensando lo mismo,
no quería perder la esperanza,
tenía que estar completamente seguro
de que Ana no sufría una muerte falsa.

Y es que aquello era hereditario
ya lo había visto en el pasado,
le había sucedido a su hija
que volvió a vivir luego de un rato.

Pero era ya mucho tiempo
y los vecinos empezaron a sospechar,
habían ido a preguntar por su mujer
y él no supo qué contestar.

Ellos mandaron llamar a su hija,
le contaron todo lo que ocurría,
en pocas horas ella ahí estaba
pero su padre no le abría.

Hacía muchas horas que Ana había muerto
y Axel era presa de la desesperación,
sólo tenía cinco veladoras
y no había comprado ni el cajón.

Intentó hallar una solución
y miró una caja de ropa de su mujer,
podría ser el ataúd perfecto,
pero por desgracia no entraban los pies.

Un pensamiento acosó su mente
mientras su hija gritaba angustiada
"LOS MUERTOS NO SANGRAN",
se dijo, mientras el hacha tomaba.

Axel cerró los ojos lo más fuerte que pudo
en ese momento Ana apenas los abría.
Trazó una vertical en el aire el hacha
mientras un fuerte alarido a todos estremecía..."


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