El verdadero terror
En mi opinión, el auténtico terror estará siempre en lo básico.
Ayer, al volver del trabajo, encendí la tevé y me encontré una película de pretensiones muy modestas que recrea ese tipo de terror. Poco me importó la trama; The rats (USA 2002), como el cuento de Lovecraft, mostraba una cantidad inconmensurable de roedores brotando de las alcantarillas y huecos subterráneos para cubrir, entre otras cosas, un vagón del metro en horas pico. No había en esta película muertos, ni siquiera uno en la parte que yo alcancé a mirar, pero eriza la piel, eso ni dudarlo.
Por qué hay en el mundo tantos nisatofóbicos (tantas personas a quienes las ratas les dan pavor) es algo que me pregunto a menudo, aunque honestamente no quisiera saber. Sin embargo las fobias más comunes han inspirado tantas películas malas como buenas. Recuérdese, por ejemplo, Aracnofobia (USA 1990) que parte de la bien fundada creencia de que miles de personas abominan a los arácnidos; luego están todas esas películas que tratan de incendios, inundaciones o terremotos. Lo mismo se han explotado, aunque bajo el disfraz de un asesino serial, la parascavedecatriafobia, la cinofobia, la tafefobia y muchas más. ¿A qué le teme usted hoy mismo?
Hace pocos días vi una película buenísima que saqué de Blockbuster con la etiqueta de Drama y terminé clasificándola como película de horror. Los lunes al sol (España, 2002). No por mi heliofobia (entre nosotros, diré que si la padezco es por mi pterigión) ni por una marcada aversión a los lunes (que también sería perfectamente explicable, y ahora que lo pienso, ¿cómo se llama esa fobia?). No es eso, no. Es más bien por el tema que la película recrea. A saber: un puñado de hombres que, en la madurez de sus vidas, se han quedado sin empleo y están a punto de perder lo que les queda de dignidad.
Temor a quedarse sin trabajo (ergofobia), miedo al fracaso (atiquifobia), a la soledad (autofobia)... Las íntimas historias que Javier Bardem, Luis Tosar y los otros interpretan de la mano de Fernando De León Aranoa no dan tregua, te desbaratan el alma poco a poquito.
Puede que sea la época, puede que sea el remordimiento por dejar mi trabajo como maestrito de rancho y venir a hacer esta chamba que bien sé temporal. Puede que, en fin, me lo provoque la recesión que, dice nuestro presidente, "ya pasó, ya pasó... aunque estemos a punto de sufrir lo peor". Puede que sea eso, porque estoy bien seguro de que no soy el único al que se le eriza la piel.