Fragmentario

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17:00 En esta ciudad, un auto negro, lujoso, de vidrios oscuros, es el vehículo ideal para pasar inadvertido. Uno de esos coches ha rodado este día ambos sectores de la metrópoli para terminar parqueado en una calle vacía, justo frente a un letrero de no estacionarse. Peter Rodríguez está dentro de ese coche, Juan Gabriel más adentro, en el autoestéreo; ambos cantan en silencio. El hombre odia el estilo del compositor. “QUERIDA--JUAN GABRIEL--QUERIDA--JUAN GABRIEL—QUER...”, se lee en la carátula desmontable del Explod.

18:00 En esta ciudad, “Peter Rodríguez” es un nombre demasiado común, muchas trocas lo llevan escrito en el vidrio trasero, también algunos coches. Ha contado más de veinte en este día. El hombre del auto negro piensa en todo esto mientras observa la curva policroma del ecualizador cambiar su forma una vez y otra en la pantalla del estéreo. El cantautor, ahora debe estar gritando como si se la metiera un burro. “YO NO QUIERO NI TE PUEDO OLVIDAR, ¡AUUU!”. Qué bueno que él no lo escucha, piensa Peter Rodríguez, y se le escapa una brevísima carcajada. Aquél no es su nombre real, desde luego, pero es lo que responderá si acaso se lo preguntan. Los interrogatorios, largos y breves, formales y casuales, son parte de la vida cotidiana en esta ciudad. Peter Rodríguez será su nombre artístico, como el del cantante, lo decidió hace un par de horas.
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