Tigger & snowball a la italiana





















Pues he aquí que apenas esta semana estrenamos en Victoria El tigre y la nieve (Melampo Film, 2005) del italiano Roberto Benigni (Director-protagonista masculino) y su esposa (productora-protagonista femenino). ¿Qué les puedo decir? Si les gustó La vida es bella, vean esta película y no aquella. No estoy diciendo que sea un bodrio, pero casi. Quisiera explicarme, pero el argumento de ese filme ha provocado en mí cierto desacomodo de ideas. Lo intentaré sin embargo.

Pues eso, que la comedia y la fórmula de Benigni para explicar los horrores de la guerra pudieron funcionar en aquella oscarizada película por la muy comprensible necesidad que un padre idiota tendría de ocultarle a un chamaco el drama que vivían dentro de un campo de concentración nazi. Acá sin embargo tenemos a un poeta, maestro de universidad, libros publicados (su más reciente volumen se titula "El tigre y la nieve") y toda la cosa, comportándose la mayor parte del tiempo con insoportable estupidez. Claro, he visto poetas con comportamientos más estúpidos, pero ni es la regla ni sucede en cualquier circunstancia. No dirá este poeta un solo verso original durante toda la película, pero tampoco dejará de hablar, de decir bobadas que ni a medios chistes llegan.

No me extenderé ni en la trama, ni en los errores de edición, ni en el personaje flojo de Jean Reno, ni en la forma ridícula en que el poeta resuelve las cosas dentro de una ciudad en guerra, ni en tantos etcéteras. Quizá toda esta bufonada se justifique con la inclusión de un circo en el que el protagonista aprende a jinetear camellos (lo que iba a servirle en Bagdad, pero...) y que al final se incendia dejando libres a todas sus fieras, el pretexto para que este churro tenga un final feliz. Sólo les diré unas tres cositas:

Lo mejor: los primeros y los últimos cinco minutos. Arranca esta película con el sueño recurrente del protagonista donde se ve casándose con su amada. Los invitados a la boda: Jorge Luis Borges (así como lo ven, cuando él ya no veía) y Tom Waits, entre otros. Termina, ya lo dije, con la escapada de los animales de cierto circo en mitad de una muy oportuna tormenta de polen que hace ver a Roma como una ciudad azotada por la peor de las nevadas. ¿Me siguen? Pues claro, que la amada se encuentra en el centro de la calle a un tigre de bengala rodeado de mil copos de nieve. Estas dos escenas son de incomparable belleza, créanlo, y la de Reno y Benigni charlando bajo el cielo de Bagdad y sobre la cabeza de Saddam, si oprimen "mute", también.

Lo peor: La escena del camello que camina rumbo a Bagdad en lugar de hacerlo en dirección opuesta y que luego se empeña en seguir al poeta. Quiere ésta ser una escena divertida, pero es de un patetismo que puede provocar el vómito. La del campo minado también, y la de los soldados gringos que casi le disparan al confundirlo con un terrorista (de verdad lo parece) y en seguida se contentan con revisar tan sólo lo que trae encima, jamás los paquetes que carga en la motocicleta. Vaya, lo que hacen los directores con tal de aspirar a un Oscar.

En fin, ya sabemos que es comedia, pero aun así los acontecimientos deben anudarse dentro de parámetros reales, verosímiles. También hay que reconocer que el clown es el clown y que el clon es el clon, es decir que no podríamos esperar otra cosa que ver a Benigni haciéndola de Benigni en otra versión de La vida..., pero en Irak. Esto hay qué decirlo también: si ustedes ven esa película van a escuchar todo el tiempo, y aún mucho después de abandonar la sala, la poesía de Borges, de Neruda, de Pound y de otros muchos, así como "Granada", del flaco de Oro.

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