Sabina y Durango. Parte 2

"La mayoría de los letristas españoles ha olvidado
que esto es un oficio que hay que aprender.

Se ponen a escribir sin haber leído en su puta vida

un libro de poesía o sin saber gramática,

sujeto, verbo y predicado,
l
o cual me parece
un intrusismo
impresionante"
Sabina en carne viva. Yo también sé jugarme la boca
Joaquín Sabina/Javier Menéndez Flores
Random House Mondadori, S.A. de C.V.
México. 2007. 420 p.

Enemigos íntimos

No en los cuatro días que duró el encuentro. Ni en la noche de clausura, al calor de los alcoholes. Ni siquiera el domingo de resurrección (la nuestra, por supuesto) cuando, avanzados en la tarea de acabar con sendos filetes tampiqueños, Adriana, Sigifredo y yo tiramos de la lengua a Jesús Marín. Nunca en todos esos días. Hasta el minuto en que redacto esta nota, nadie, ningún funcionario, ni un solo grupo, ha tenido la valentía de reivindicar el atentado terrorista que tuvo lugar en el centro de Durango.

Sucedió, pues, que el encuentro de escritores se trocó, a ratos, en encontronazo. Un organizador fantasma (no encuentro mejor manera de decirlo) tuvo la solidaria idea de invitar al Encuentro Nacional de Escritores en Durango, Homenaje a Evodio Escalante, a los mejores poetas del sitio de Internet Elrincondelpoeta.net, una plataforma de foros dedicada a los amantes de la poesía, donde uno puede leer joyas como: "Tú, mi hermana gemela/en una misma fuerza el pensamiento/Me sigues luz en vela/aun nos queda vivir ...¡En plenitud la libertad del viento!..." mientras escucha las rolas de Montaner en formato midi. Se enlistaron en este encuentro poetas rinconeros del Perú, de España, de Estados Unidos y de Argentina, con lo que el ENED se convirtió, en un abrir y cerrar de links, en un evento internacional (de hecho, así dice en las camisetas conmemorativas).

Lo que muy pocos previeron fue que algunos de los poetas arrinconados, que nacieron en Chile o en Perú o en Argentina o en España, pero por misteriosas razones radican en Japón o en Los Ángeles o en Afganistán o en Suazilandia, tendrían serios contratiempos con el tráfico (eso se dijo en la mesa de los poetas) por lo que no se presentarían en dicho encuentro, lo que no impidió que sus textos llegaran a las mesas del ENED tan calientitos como si acabara de parirlos la impresora (había, por cierto, una sala de chat justo en frente del edificio sede). "Soy esta tarde la voz de tres poetas", dijo una de las arrinconadas.

La bandita. Foto cortesía de Adriana Meza (A ver si ya le cambia el fechador)

Más guapa que cualquiera

Mientras eso ocurría, en cierta cantina maloliente se daban cita las personalidades más retorcidas de ese encuentro. Jesús Marín en primer lugar, marcando, como siempre, el rumbo de los acontecimientos, lo acompañaban el denominado cártel de Sinaloa (Juan José Rodríguez, Ariel Noriega y Miguel Alberto Espinoza), el gran Guarus, Hernán Lara Zavala, el funcio-turgo Gerardo Campillo y el siempre nervioso Hulk. En algún momento la puerta se abrió y entraron por ahí la mera mera, Emma Rueda, y una muchachita que en principio supuse nieta de aquélla, aunque luego alguien me aclaró (reprimiendo un zape que yo bien merecía) que se trataba de Buba Alarcón, una poeta de verdad que coordina en Chihuahua una revista, un programa de radio y un encuentro, y que además es guapa, inteligente y alivianada. Buba, junto con Omar Pimienta, que llegó esa misma tarde, y la dama de negro, es decir Esther Galindo, una niña poeta duranguense, flanquearon (o bien convencieron algunas veces a un Hulk y a un Marín muy remisos) en los escapes nocturnos y vespertinos por la Feria, los bares, los callejones encharcados y la presa Guadalupe Victoria.


Pasándolo bien

Como he mencionado las veces anteriores, el encuentro de poetas comienza al abandonar las mesas de lectura y subir los estrechos escalones de la buhardilla de Marín. Ahí la gente se pone chistosa, romántica, estúpida o filosófica sin dañar a terceros. Esta vez el tema que dominó los cinco días surgió en la calle misma, al cobijo de una lluvia perniciosa. Marín cantó (¿o fue Hulk?) Calle melancolía y de ahí en adelante fue Joaquín quien acaparó la palabra. Nos platicó Marín del último concierto de Sabina en Durango y de cómo, según él (y no había -habíamos- probado gota de alcohol cuando me lo dijo, se los juro), los ruidos cesaron y las aves y los aviones se detuvieron en el cielo mientras se escuchaba tan sólo cierta melodía. Omar Pimienta, por otro lado, expuso sesudas teorías sociológicas a partir de Calle melancolía y Conductores suicidas. Miguel Ángel Ortiz, un buenazo que escribe versos de a kilo, no quería oír otra canción sino ésa que cada que la escucha le provoca menos dolor. Al final, es decir el domingo que siguió al cierre del evento, Marín y Everardo me invitaron a regresar en octubre, al concierto que ofrecerán Sabina y Serrat dentro del Festival Revueltas.


Con lo que eso duele

Era la mitad del segundo día y ya estaban los indiciados en la mesa de poetas que coordinaba Marín, el ogro. Convendría abrir aquí un breve paréntesis tan sólo para aclarar que, cuando digo "ogro", no estoy usando el lenguaje figurado; quien haya visto las fotos de aquél o lo conoce en persona sabe de lo que hablo. No me atreví a sugerirlo cuando lo acompañamos al museo del niño, a dar sus clases de modelado en plastilina, pero si Jesús se pintara de verde ese taller sería más exitoso aún. Cierro paréntesis. Decía, pues, que coordinaba Marín aquella mesa y debió mostrarse muy estricto con el tiempo porque en la totalidad de las mesas anteriores habían valido sorbete el programa y los horarios. Aun así hay quienes opinan que Marín exageró. "Tantos minutos", dijo, y puso a correr el cronómetro. Las poetas, desde luego a regañadientes, se ajustaron más o menos a ese corsé. Lo malo vino cuando las rinconpoetas presentes empezaron a leer los textos de sus compañeros ausentes.

Jesús de León, que había llegado esa madrugada (y quien por cierto se convirtió en mi roommate porque nos encontramos en la recepción cuando yo volvía de la Feria, y en respuesta a mi anfitrionía me obsequió un ejemplar de su libro Afuera hay un mundo de gatos al que desafortunadamente le faltan cuatro páginas y diré, ya para cerrar paréntesis, que eso equivale a un cuento completo), elevó su ronca voz para sugerir (si bien en su garganta aquello sonó como un veredicto irrevocable) que, dado que estábamos en un encuentro de escritores y no de textos, evitaran leer a los poetas ausentes. "Moción de orden", expresó Marín, y con eso quiso decir que le venía guanga cualquier defensa de las arrinconadas, quienes seguían hablando acerca del tráfico (a mí nunca me quedó claro si se referían al tránsito o al contrabando). "Las reglas estaban bien establecidas con demasiada antelación", dijo finalmente Marín y eso, al menos para el público, fue suficiente.

En la mesa de Socorro Soto volvió a gestarse ese enfrentamiento. Luego del revés de la mesa anterior, las voces de los poetas de la web atronaron con furia: "Tenemos diez minutos y los podemos utilizar como queramos". "Entonces yo voy a leer versos de Sor Juana", contestó la moderadora. Que había que respetar al público, coincidieron en eso los dos bandos. Al final el público, que de veras gozaba escuchando figuras retóricas del tipo "sentir la ausencia de la madre ausente" o "Que no me llamen Anorexia, mi nombre es Ana", consintió que los poetas del rincón leyeran cuantos textos desearan compartir.

"Métanse a la cama con alguien", dice en algún momento un personaje de Jesús de León en el cuento que le da nombre a su libro. El autor, en mitad del auditorio, fue, por decirlo de algún modo, más expresivo:

"Pinches poetas, váyanse a coger y déjense de tanta mamada"




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