Quitar el frío

Si para ir a Durango uno aborda el autobús en este sucio agujero a las ocho de la noche, estará poniendo un pie en la capital duranguense a la hora del desayuno: el periplo dura exactamente la mitad de un día.

A las ocho y media estaba yo en la puerta de la buhardilla de Marín tiritando de frío. Lo primero que hicimos después de olfatearnos el rabo (en lenguaje connotativo, desde luego) fue asaltar El Zocabón (así se llama, con errores ortográficos y todo, aunque mejor le hubiera quedado "sobacón"), donde almorzamos sendos platones de lo que nos dijeron era machacado con huevo, aunque a mí no me supo a huevo, mucho menos a machacado.

En Durango se celebra, durante estos días, el Festival Revueltas. En la Casa de la Cultura se efectuaba la mañana del martes la inauguración de una muestra pictórica colectiva; el tema, ¿no lo adivinan?, "Cada quién su Frida". Saludé ahí a demasiados desconocidos, a algunos que no conozco demasiado y a Everardo Ramírez, el presidente de la Sociedad de Escritores. Cinco minutos después casi sentí vergüenza cuando le dijo a Marín que sacara mis tiliches de su buhardilla y me instalara en el hotel. No es la primera ocasión que gozo de la hospitalidad de la SED, pero esta vez mi viaje no era más que un capricho, iba sólo a escuchar a Sabina y a Serrat. A eso y a nada más. Fue un ofrecimiento muy oportuno, hay que admitirlo, porque olvidé mi champú en este sucio agujero y ya había pensado pedirle a Marín el suyo, una opción que deseché casi al instante. "A la gorra no hay quien le corra", repetí mentalmente por tres veces y todo mi bochorno se convirtió en nada.

Como funcionario de cultura, Everardo Ramírez cocina un taller para narradores originarios de los estados que pertenecen al Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste, el coordinador del taller será Daniel Sada. Hasta donde sé, Durango tendrá, durante tres días de noviembre, su propio monte Alvernia para dos aprendices de cada estado (Chihuahua, Durango, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas). Cuando salga de ahí, no se espanten si les muestro estigmas de los que broten letras.

Pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora sino del concierto de los hispanos.

Llegamos, pues, a la plaza IV Centenario a las cinco de la tarde y ya había gente apartando localidades. La zona exclusiva estaba limitada por un vallado; ahí dentro había unas quinientas sillas secretariales, destinadas a funcionarios, encopetados y reporteros, todas vacías; más atrás un centenar de sillas negras -y duras- para los discapacitados. A un lado de la zona vip había un espacio que ya se estaba poblando de sillas plegables de la cocacola. Al fondo muchas, muchísimas sillas para quienes fueran llegando. Cogimos dos de estas sillas y las pusimos muy junto a la valla de modo que nuestras localidades resultaron mejores aun que las de los últimos aristócratas. A partir de entonces nos turnamos para cuidar nuestro territorio. El nuestro y el ajeno, pues en algún momento un ingeniero forestal vino y pidió a Marín que le cuidara un lugar a cambio de una cantidad imprecisa. Desde luego Marín se negó a cobrarle el favor, aunque al final aceptó que el ingeniero le regalara una camiseta conmemorativa no obstante que jamás encontró su talla. A mí, debo decirlo, el inge me regaló dos discos de Alejandro Filio. La recompensa, creo, fue justa después de todo, pues con el frío que hacía a esa hora, poner mi chaqueta en la silla vacía significó casi un sacrificio.

Quizá con la intención de que la espera fuera menos aburrida los artistas locales abrieron el concierto a las seis de la tarde. Para entonces la plaza estaba casi llena (pongamos unas cinco mil cabezas y el doble de orejas) y todos estaban cómodamente (o casi) sentados. Así pudimos escuchar trova y rock mexicanos y uno que otro éxito ranchero interpretados por los valores duranguenses; aunque tuvieron que hacerlo desde algún lugar indistinguible entre la multitud, mucho más allá de la zona reservada, pues no los dejaron pisar el mismo escenario que los hispanos. Algo me hace pensar que los artistas locales debían pagar también mil pesos si querían atravesar la valla.

"Valla de la ignominia" habría lucido muy bien en las pancartas que izaron algunos duranguenses minutos antes de iniciar el concierto. De pronto los reflectores se posaron en el tumulto y pudimos leer en las cartulinas que algunos censuraban la discriminación: "RACISTAS DE LA CULTURA", "NO AL NAZISMO CULTURAL"; otros criticaban a la administración duranguense: "LA CULTURA NO SE VENDE", "EL ARTE NO SE PRIVATIZA", "¿CULTURA PARA TODOS?" y hasta hubo quienes se quejaron de que los árboles de la IV Centenario tuvieran los frutos tan altos: "ABAJO LAS BAYAS". Marín quiso buscar un cartón y rotular su propia pancarta: "HUBIERAN VENIDO A LAS CINCO, HUEVONES", pero con la plaza llena era casi imposible moverse de lugar.

El concierto comenzó apenas pasadas las veinte. "Ocupen sus localidades", se escuchó a dos voces desde el templete y los duranguenses y los forasteros obedecimos de inmediato; los músicos lo habían hecho antes. Serrat canta mucho mejor que Sabina, pero el flaco arrancaba gritos mientras el catalán despertaba suspiros. Una copla, otra, décimas, chistes; las canciones que yo esperaba no aparecieron jamás, pero no me doy por mal servido. Hubo un momento, por cierto, en el que casi le di la razón a Marín: Serrat cantaba "Y sin embargo" (insisto: mucho mejor que Sabina) y me pareció que la luna bajaba hasta casi rozar mi cabeza. Fue momentáneo, ya lo dije; la luna que yo tenía era un globo de publicidad.

En uno de los intermedios habló Sabina:
-A lo largo de los años -dijo- me he dado cuenta de que una de las cosas para las que sirven las canciones es como remedios urgentes contra el frío.
Y tiene razón, sin duda, porque esa tarde "candelilló" en Durango (eso me dijo el taxista camino a la terminal), pero en la IV Centenario se mantuvo un microecosistema perfecto el mismo tiempo que duraron sonando las voces del flaco y del catalán.
Nota: La foto de Marín es de Omar Pimienta.
(Y no es cortesía de Omar
sino descortesía de Hulk,
que la robó del blog
del tijuanense).

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