Uno único en primero

Esto de medir el tiempo en años no me parece tan mala idea después de todo. Le da la oportunidad a uno de decir este fue un ciclo bueno o malo. Y esperanzas, a veces, de que una mala racha concluya cuando suene la última campanada.
Pero hay quienes dicen que los años podrían ser todos iguales y que la diferencia está en la actitud con la que uno los enfrente. Así me lo enseñaron hace una década los expertos que la empresa contrató para que Yo fuera un empleado eficiente y feliz. Un ser excelente. Y lo fui por un tiempo. Cinco años de feliz impostura.
Como sea, hay cosas que, aparte de la intención con la que se usen dentro de un discurso, no dejan de tener algo de veracidad. Un poderoso nexo con la realidad inmediata.
Mis vecinos tienen una perra. Una Shih Tzu castaña para mayores datos. A esta perrita la llaman la Choco, que es un nombre compacto, pues el completo es Chocozucaritas. ¿Un nombre tonto? Puede que sí, pero original sin lugar a dudas. Fue la Choco, todo el dos mil siete, la mascota más consentida que yo haya visto jamás.
La Choco parió dos perritos la tarde de ayer. Luego de una preñez desaseada coincidió su alumbramiento con una celebración que mantuvo ocupados a sus dueños. Yo no olvido el año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas.
Amaneció la Choco este 2008 demostrando afecto. Todos sus movimientos parecían decir aquí nada ha cambiado. Los dos recién nacidos ya no amanecieron. O mejor dicho lo hicieron fragmentados: los cuerpecitos a un lado y las cabezas en otro.
¿Qué tal le pintará el año a la Choco? No sé, pero puedo jurar que hoy se veía feliz.

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