La rachita sigue y sigue...

Pues sí, otra vez. Resulta que hace dos semanas se presentaron los de Famsa ("transa", debía de llamarse) en el trabajo para ofrecer sus porquerías. Ya habían ido infinidad de ocasiones, mismas que los había mandado por un tubo. Ese día me encontraron de buenas. "Adquiera el producto hoy y empiece a pagar en diciembre", rezaba la promoción. Les pregunté si traían en el camión una cámara de DVD que me gustó. Que sí, que cómo no, mire, firme aquí y acá y en este otro papel. Ya está. ¿Y la cámara? Bueno, pues la cámara se la entregaremos esta misma tarde. Esa tarde resultó que se habían equivocado en la elaboración de los documentos y ¿qué creen?, había que hacerlos otra vez. "Estos papeles ya no sirven porque en vez de Julio Andrés dice Julio César, pero los nuevos documentos sí que tendrán validez, sólo que esos nuevos papeles no los he podido ver. Firme otra vez acá, su cuenta ya está aprobada y uno de estos días recibirá usted su cámara.

Ayer vinieron a mi casa cuando yo no estaba y dejaron aquí una cámara que no es la que me vendieron. Se me ocurrió ir a reclamar, pero ni siquiera tengo la orden de pedido, ni el nombre del vendedor, ni el estúpido catálogo que me mostraron originalmente. Sí, ya lo sé, el estúpido soy yo y no el muestrario. Total que ahora tengo que pagar otra mugrosa camarilla que ni hace fotos, ni tiene lámpara ni nightshoot a color ni una chingada. "Si hubieras llegado unos minutos antes", me ha dicho quien recibió el paquete, pero yo andaba en Soriana, entregando unas películas y comprándome calzones. "Tres piezas", decía la leyenda en un paquete cuadrado que, al abrirlo en mi habitación, dejó caer en la cama tan sólo dos prendas. ¡Carajo!, ¿por qué diablos me pasan estas cosas a mí? Sí, ya sé por qué.

Pero lo peor sucedió hoy. Estuve toda la maldita mañana en una de esas reuniones en las que le "sugieren" a uno que haga el trabajo sucio frente a los estudiantes, maestros y padres de familia; perdiendo un tiempo valioso que necesitaba para terminar otro informe anual. De paso por las Oficinas Generales se me ocurrió limpiar el teclado de mi computadora portátil con un bote de espuma que alguien me facilitó. Al llegar a mi casa me dispuse a seguir trabajando. Apenas llevaba unos minutos cuando la laptop se inhibió y, al reiniciarse, ya no funcionaron las teclas "entrar" ni "retroceso" ni las "flechas" ni la "barra espaciadora". Una mínima complicación técnica, cosita de nada. Total que estoy que me lleva la chinchurria.

Hay veces, amigos, que la vida nos agarra de su puerquito. Y todavía viene Yury a preguntarme cuándo podemos salir. Chale, ¿no tendrá miedo de que le caiga un rayo, algún piano, un trozo de basura espacial o un misil inteligente que hubiera perdido algún soldado israelí menos suertudo que yo?


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