Lágrimas de cocodrilo

Dicen que no sufrió,
que fue demasiado rápido.
Un pinchazo -¡zaz!- y el colapso definitivo.
Dicen, incluso, que hay evidencia grabada
(uno nunca sabe lo que la televisión puede ofrecerle a este mundo atroz).
Dicen que estaba feliz. "Lo estaba".
Ignoran si aquel Ough! fue de espanto o de placer,
efectos de la toxina colonizando la sangre.
La ruta invertida de un veneno afortunado
-de centro a periferia es sólo viaje de vuelta-.
¿Qué siente usted? ¿Cuánto duele?
Nadie buscó aclarar esas dudas el minuto-desenlace.
Time is money!, olvidaron entonces,
tal pudor le costará a la ciencia mil años de investigaciones
y a la Televisión le dará muchos minutos al aire
-o al agua, según se prefiera-.

Dicen que murió como le hubiera gustado,
quién sabe si se refieran al drama submarino
o a la cámara que lo grabó
Agh! Oh! ni... zan... do.

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