Octavio: un poema que calló

"Y mientras digo lo que digo
caen vertiginosos, sin descanso,
el tiempo y el espacio"

Octavio Paz

Ayer por fin ocurrió. Empezamos a desearlo hace unos días. Cierta noche, contra todo pronóstico voló a la superficie. De panza al vidrio licuado; incapaces los traslúcidos miembros de retornarlo a buen nivel. Así soportó la madrugada entera. Uno, dos, tres, cuatro días; una semana mirando la vida para abajo. Allá las piedras, las burbujas, los coloridos cristales, la otra superficie cubierta de la misma mierda; arriba Octavio y su monstruoso boqueo. "Vejiga natatoria", la llaman; ésa fue la causante de todo. Aire también, unos cuantos miligramos de más. Octavio asomó diez días su vientre fuera del agua; anoche sin embargo nos ofreció la posición definitiva (por alguna razón la muerte impone siempre a los peces la postura horizontal). Parece hoy tan lejano el tiempo en que a su modo danzaba la música de Vivaldi; era entonces nuestro Octavio -y esto no es ninguna broma- un interminable poema habitando la pecera.

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